Citas de La Vida que Mereces
Un general estaba en su casa, apreciando su colección de antigüedades, cuando de repente casi se le cae un precioso jarrón. -¡Oh! ¡Qué susto! – exclamó y luego pensó: ‘He dirigido millares de soldados, me he enfrentado a situaciones de vida ó muerte y jamás me atemoricé ¿Porqué será que hoy, a causa de una vasija, me he asustado de esa manera? De repente comprendió que el deseo de lo efímero que albergaba su mente era la causa de su miedo. Entonces, sin más arrojó la valiosa valija y la rompió
Un niño soñaba la llegada de las fiestas del pueblo, porque con la celebración se podía disfrutar de tartas, helados y especialmente de los merengues. Cuando llegó el día, comió el primero con devoción casi colapsando su respiración. El segundo lo disfrutó igualmente. En el quinto merengue empezó a notar cierto cansancio. En el sexto, paró. A partir de aquí estaba dispuesto a aportar algo para no comer más merengues. El niño se hizo mayor y comía hamburguesas. Cuando salía con su familia los domingos solían tomar este tipo de comida. Un día le pasó con las hamburguesas lo mismo que con los merengues. La satisfacción que proporcionaba la última hamburguesa rayaba en lo negativo. Pagaría por no comerla, vino a decir. Con pocos años más, se dio cuenta de que los merengues le habían socavado la dentadura y que las hamburguesas le habían dañado las arterias con altos niveles de colesterol. Además el trabajo que le costaba conseguir el dinero para pagar las hamburguesas era más duro de lo que había imaginado. Descubrió la UMD, contrastando el valor de lo que consumía y reevaluando los costes de dentistas, médicos y el sacrificio real de su trabajo. Concluyó que, con una sola hamburguesa al mes y muchas verduras y legumbres, se era más feliz.
Ryokan, un maestro zen, llevaba una vida extremadamente simple en una pequeña cabaña al pie de una montaña. Una tarde, llegó hasta la cabaña un ladrón que descubrió que no había nada que robar. Ryokan regresó a la cabaña y le atrapó. Entonces le dijo: -Has hecho un largo camino para visitarme, y no deberías irte con las manos vacías. Por favor, toma mis ropas como regalo. El ladrón estaba asombrado. Tomó las ropas y huyó corriendo. Ryokan se sentó desnudo a mirar la luna. ‘Pobre compañero, musitó, ¡Ojalá pudiera darle esta luna maravillosa